Cuando un escritor se sienta a trabajar, debe tener muy presente que va a escribir y con datos bien cimentados puede comenzar la obra, aún sin ser de alta literatura la puede elevar por la manera de escribirla, “no por pequeñas las cosas dejan de ser importantes”. Debe haber una locación o imaginaria o real, pero al lector ahí que llevarlo en medio de la trama.
En este caso selecciono al azar un pueblo lejano al Nororiente de Medellín, más concretamente Abriaquí. Un lugar con más de 4.000 habitantes, con una extensión de 290 Kms, una temperatura de 18 grados y con unos apelativos muy hermosos y que la gente ya casi no usa: “Acuarela natural”, “Remanso de paz” y “El pesebre de Antioquia”. Este nombre salió porque una señora muy adinerada y dueña de muchas minas les decía continuamente a sus esclavos: “Abrí aquí, abrí aquí”, pues bien, aquí se va a desarrollar este cuento. […]